La historia de Bruno

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"El Perseguidor" es la historia de Bruno, biógrafo de Johnny Carter, un saxofonista de jazz adicto a la marihuana y ya en sus últimos días en París. Bruno repasa las anécdotas más singulares de la vida del genio extraordinario del saxo alto. Porque narrar el jazz es también escribir sobre la decadencia y el exceso, una suerte de ruina luminosa y enceguecedora.

"Esto ya lo toqué mañana, es horrible, Miles..."
Carter está obsesionado con el tiempo, pero no con los minutos y los segundos, con el pasado o con el futuro, con la puntualidad o con el tiempo que resta; está obsesionado con la temporalidad, con la "duración", como diría Henri Bergson. Este elemento arrastra, tensiona y da sustancia a todo el relato. Y es paradójico, porque tiempo no es lo que le sobra al saxofonista, pero de una manera algo más sensual, podríamos decir, tampoco parece faltarle. Tanto es así que podríamos decir que estamos ante un ensayo sobre el tiempo. O no, más bien estamos ante una variación libre sobre un tema, una improvisación a dúo.

Las luces y las sombras de Muñoz
Pero vayamos ya a lo que importa. "El Perseguidor" apareció por primera vez en "Las armas secretas", allá por 1959. Esta edición ilustrada adorna y complementa el texto con las exquisitas placas en blanco y negro de la mano de José Muñoz. El argentino, residente hace unos cincuenta años en Francia, forma parte del mundo de la Bande Désinée. Incorporado a las filas del cómic francés en la década del sesenta, después de sus primeros años en la historieta nacional de la mano de Pratt y Oésterheld, llegó al hexágono publicando codo a codo con Sampayo una serie de álbumes muy exitosos y siendo ampliamente premiado en toda Europa.
El blanco y negro quizás no sea la única materia expresiva para ilustrar el mundo del jazz (basta con echarle un ojo al asepiado "Rébétiko" de David Prudhomme), aunque sin duda es un formato privilegiado. Los juegos de superficie, el humo, los ambientes saturados, las explosiones de luz, todo acompaña el ritmo y la tensión general del cuento, enriqueciendo la narración y armonizando en cada momento con el tono.

Coda: Cortázar y las drogas
A más de uno le resultará curiosa la insuperable adicción de Johnny Carter por la marihuana (?), y, mucho más extraño aún, la sobredosis de esta sustancia que acaba finalmente con la vida y la carrera de este exquisito personaje. Resulta que el "Verdadero" Carter, Charlie Parker, había muerto recientemente de una sobredosis de heroína. Cortázar le contó a Martín Caparrós, en una entrevista de 1983, los motivos de la gaffe:
"Cortázar se rió y me dijo que sí, que era un error, que en 1958, cuando escribió la historia, no tenía ni idea de ninguna droga y puso marihuana como podía haber puesto lavandina y que se enteró del patinazo cuando se lo dijo su traductor norteamericano –que hipertradujo “heroína” en lugar de “marihuana”–, pero que él no quiso cambiarlo."

Gabriel Falcone

Ediciones del Zorro Rojo nos trae una verdadera pieza de colección ideal para fanáticos de Cortázar, para fanáticos del jazz, y para fanáticos de los volúmenes ilustrados.


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