A diferencia de Peter Pan...

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Joann Sfar es una de las principales figuras de la BD (la historieta francófona se llama Bande Dessinée). Se lo cuenta entre las estrellas de la renovación del cómic francés de la última década y media, junto a David B., Christophe Blain y otros guionistas-ilustradores poco conocidos en estas latitudes. Afortunadamente, la editorial Océano ha editado recientemente seis de los siete volúmenes que componen la serie “Pequeño Vampiro”.

Miguel y los monstruos
Miguel es un huérfano un tanto solitario que vive con sus abuelos. Al despertarse una mañana descubre que alguien ha hecho sus deberes. Desconcertado, empieza una relación epistolar a través de su cuaderno de escuela con su futuro mejor amigo: Pequeño Vampiro. Durante la noche, Miguel y su amigo vampiro viven en un mundo plagado de monstruos, muertos vivos y fantasmas que no son tan terribles como le habían contado.
Pequeño Vampiro es una fábula sobre la amistad, sobre la infancia (a diferencia de Peter Pan, el niño vampiro tiene una personalidad madura y profunda pero por su condición no puede crecer), y, sobre todo, sobre lo distinto.
A diferencia de los adultos (con algunas excepciones), esos monstruos que supuestamente viven en el mundo de las pesadillas, a los ojos de Miguel tienen la oportunidad de ser algo más. No personas, eso sería imposible y, salvo Pequeño Vampiro, tampoco desean serlo; para Miguel son algo mucho más importante: son sus amigos.

Pequeño Vampiro y la Sociedad Protectora de Perros
 "- Miguel podrías adoptarlos tú.
- No, no creo que mis abuelos quieran tener tres perros.
Pero vayamos a mi casa. Podremos pensar con calma.
- ¿De verdad? ¿podemos ir todos a tu casa?
- Los tres monstruos no... Ya sé qué haremos."
Tres perros desamparados huyen de unos oscuros personajes. Para su suerte, y desgracia de sus perseguidores, terminan en la vieja mansión embrujada del Capitán. Miguel y Pequeño Vampiro deciden auxiliarlos con la ayuda de los monstruos.
Sin caer en sentimentalismos, y con una buena cantidad de enredos y humor grotesco, Sfar les cuenta a los chicos qué sienten los perros de prueba en los laboratorios de cosméticos. Un tanto triste pero encantadora, esta historia sirve para pensar con ellos el duro tema del maltrato de animales sin caer en golpes bajos o argumentos innecesariamente complejos, y con una trama entretenida y una ilustración genial.

Pequeño Vampiro y los Santacloses Verdes
 “Miguel no cree en Santa Clós. Su abuelo siempre le ha dicho que es sólo un lindo cuento. Pero el Capitán de los Muertos afirma que sí existe. Pequeño Vampiro y Miguel deciden averiguar la verdad. Se sorprenderán cuando descubran, en lugar de un hombre regordete y bonachón vestido de rojo, a un gigante de 20 metros de altura!!!”
Miguel está festejando Janucá y en su casa su abuelo le ha contado, ya, que Santa Claus no existe. Sin embargo, cuando llega a la gran mansión del Capitán todos parecen pensar lo contrario. Él y Pequeño Vampiro inician una curiosa pesquisa que los llevará a un mundo a la vez maravilloso y lleno de peligro. Este volumen es una deliciosa fábula sobre la fantasía y los deseos de los niños. Con colores en acuarela y escenas sorprendentes, gráficamente es el tomo más logrado de todos. Un gusto de leer y releer.

Pequeño Vampiro y el Sueño de Tokio
“Pequeño Vampiro encuentra a Miguel entretenido con juguetes japoneses y leyendo manga. Miguel ya ha decidido que, cuando sea grande, ¡será autor de manga! Eso hace que Pequeño Vampiro se dé cuenta de que él nunca será grande y de que peligra su amistad con Miguel. Deprimido se acuesta en su ataúd, y sus sueños lo llevan a Japón...”
Miguel le presta a Pequeño Vampiro parte de su colección de mangas. Deslumbrado por la novedad, el niño de la noche sueña con un Tokio poblado por criaturas misteriosas, donde lo extraordinario es normal, y lo normal es mucho más que algo curioso. En esta entrega, Joan Sfarr se permite pensar con imágenes, por medio de una narración onírica con tonos de fábula, cierta cotidianidad de la cultura japonesa contemporánea en clave crítica. No nos olvidemos que es una genial, cómica, y hermosa narración infantil, pero que también es especialmente legible por adultos que, como uno, disfrutan de una buena dosis de humor en sus cómics y, vamos, no le tienen miedo a la categoría reduccionista y estéril de “lo infantil”. Los que sí, bueno, les recomendamos que lo lean a escondidas, vale la pena. Lo podemos envolver para regalo, si quieren.


Gabriel Falcone

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30 años de la boutique. 30 años, que no es nada

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Juro que no sé cómo hicimos para llegar hasta acá. Nunca pensé que con la Boutique podíamos alcanzar los treinta años de vida: la Boutique es mi relación más estable. No podría trabajar de otra cosa. Aquí tengo a la  literatura, la música, la plástica y los amigos. Aquí está Sombra –la dueña secreta de la librería- recorriendo los pasillos y dejándose acariciar.

Pero la Boutique ya no es mía. Después de treinta años, es algo que me trasciende. Es de los clientes y de los que trabajan acá. De los corredores de libros y la gente del bar. Y del barrio, y del croto de la cuadra, y de la gente que entra a chusmear.

Empezamos con la librería a media cuadra del local actual, en la esquina de Chacabuco y 9 de julio. En 1995 nos mudamos a Chacabuco 459. Nos hacía falta más espacio porque queríamos hacer más cosas; necesitábamos hacerlas. Con los libros llegaron los escritores. Después de los escritores, los músicos, los fotógrafos, los cineastas y los artistas plásticos. Ellos también son la Boutique. La tomaron por asalto, en un asedio silencioso pero sin pausa.

Quiero agradecer (así, en primera persona) a mi barrio y a sus vecinos. Llevamos treinta años atendiendo a abuelos, padres e hijos de una misma familia. Eso nos enorgullece. El barrio es el que sostiene a la Boutique. El barrio no se elige. Te toca.

La gente de San Isidro está lejos del estereotipo propio del porteño. Es un lugar lleno de talento. Desde la Boutique siempre le hicimos el aguante a los artistas locales. Todos aquellos que llegaron con ideas, carteles, libros de ediciones propias, Cds y arte para mostrar, lo saben.

También tenemos una deuda enorme con las editoriales que nos sostuvieron durante tiempo, en una forma de apoyo tácito pero fiel, prestándonos sus escritores. Hubo noches de presentaciones de libros que no van a borrarse de la memoria de los que estuvieron.  Y maravillosos asados con escritores. De la lista de invitados -que es enorme- vamos a nombrar solo a algunos de los más entrañables: Gelman, Sabato, Maitena, Castillo, Gambaro, Fontanarrosa, Saramago, Orozco, Benedetti, Montero, Bioy, Vázquez Montalbán y Quino.
Cumplimos treinta años de Boutique y treinta años de democracia. Empezamos junto con Alfonsín. Nos gusta creer que somos hijos de nuestra época. Que representamos algo del zeitgeist de la Argentina de estos años: la pasión por el debate y la diferencia, la independencia como tarea. En estos años tratamos de que nadie nos dijera lo que teníamos que pensar ni lo que teníamos que hacer. Esto nos costó (nos va a seguir costando) muchos amigos.

Más allá de nuestras ideas, con nuestros invitados abrimos un abanico ideológico amplio. Estuvieron Osvaldo Bayer, Marcos Aguinis, Miguel Bonasso, Félix Luna, Rodolfo Anguita, Daniel Santoro, José Pablo Feinmann, Andrés Oppenheimer… y siguen las firmas. Las izquierdas, las derechas y los centros tuvieron un lugar aquí. Con los años, fuimos tomando nuestra posición. Pero nunca le regalamos este espacio a la política: hicimos política, que es otra cosa.

Nuestros libreros siempre fueron gente joven. Hay excelentes libreros jóvenes. Muchos de los que hoy están en el mundo del libro o del arte se formaron acá. Eso nos enorgullece. Detestamos esa idea romántica del viejo librero que lucha contra el sistema. Los libreros de culto siempre están por cerrar su librería, nunca pagan el alquiler y quieren encajarle Gombrowicz a todo el mundo.

La Boutique es como el jazz: un desorden rigurosamente organizado. Tenemos la creencia de los libros, que incluye a todas las religiones y a todos los ateísmos. Nunca dejamos de reírnos: de los libros, de los escritores, de las modas, de nosotros mismos. En estos treinta años aprendimos que sin risa no hay supervivencia.
Brindemos juntos por los buenos vinos compartidos. Por la pared escrachada y graffiteada, por las largas charlas, por las bellas mujeres que pasaron por esta Boutique, por las parejas que se formaron acá.
Por los años que van a venir.
La pasamos bien juntos, ¿no?
Muchas gracias.

Fernando Pérez Morales
Junio de 2013


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