Una visión de paralaje
Vayamos al grano e invirtamos la clásica pregunta: ¿la literatura puede entrar en el territorio de la ciencia ficción? Género bastardo por antonomasia, no sólo nunca alcanzó para un Nobel (ni siquiera un premio de la Academia), sino que también desapareció en los oscuros pantanos del olvido literario. No vamos a demorar nuestra propuesta: creemos que en vez de perder vigencia al materializarse los progresos técnicos que tanto pregonaban, algunos autores escribieron un futuro en una clave extraña a la que nosotros utilizamos para leer nuestro presente. Sus mejores exponentes nos ofrecen una visión de paralaje, modos distintos de pensar una existencia que parece aplastarse ante la evidencia del progreso inexorable de interminables maravillas técnicas.
En un momento en que la ciencia y la técnica envuelven los cuerpos, la vida y las mentes de manera más completa, ya hubo quienes pensaron estas realidades antes de que sucedieran. La ciencia ficción habla necesariamente del Hombre (y esto en mayúsculas, para reponer el debate sobre el llamado 'fin del humanismo'), porque le habla al hombre. Encontremos en ella la fuente de un nuevo humanismo, la clave para comprender modos de vida que alguna vez fueron extraños y que hoy plantean cuestiones de creciente urgencia. Como reza el exordio de Heidegger: "en el peligro está la salvación". Que la ciencia ficción se convierta en las primeras cartas de un territorio negligentemente inexplorado: aquello que se asoma, como pretenden algunos, más allá de la Historia y más allá del Hombre.
La tríada que proponemos hoy claramente no es la única posible. Los tres han sido grandes visionarios y excelentes escritores. Haremos una breve introducción a cada uno y recomendaremos una obra de cada uno:
I
Ray Bradbury (1920) autodidacta, no buscó formación universitaria. Lector de 'fantaciencia', "Buck Rogers" y "Flash Gordon" fueron grandes influencias. Comenzó su carrera publicando en revistas en 1938. Siempre negó ser un autor de Ciencia Ficción (sólo Fahrenheit 451 pertenecería, según él, al género), y es claramente el menos "duro" de los tres. Sin embargo, la crítica no pudo más que considerar "Las Crónicas Marcianas" como una obra seminal del género. Autor de un gran número de cuentos y varias novelas es reconocido como un escritor clásico (tout court).
Recomendaremos una obra clave de las tres que cimentaron su reputación dentro del género: "El Hombre Ilustrado" (las otras son "Fahrenheit 451" y "Las Crónicas Marcianas"). Se trata de una serie de 18 relatos unidos por una meta-narración: un vagabundo tatuado por una viajera del futuro cuyas marcas se animan para ilustrar cada uno de los cuentos: astronautas condenados a muerte por un desperfecto técnico ("Caleidoscopio"), distopías religiosas que ponen en cuestión nuestra concepción de la fe ("El hombre", "Los globos de fuego"), entre otros. Bradbury profundiza en la densidad psicológica y social de un futuro no ideal, quizás también sea el más humanista de los tres.
II
Isaac Asimov (1919-1972) su familia dejó Rusia para instalarse en los Estados Unidos cuando tenía tres años. De formación universitaria en ciencias, obtuvo un doctorado en bioquímica a los 29. Se desempeñó como docente universitario hasta 1958, año de publicación de "Nightfall", su pieza de consagración, cuando se dedicó por completo a la escritura. Para entonces ya llevaba 19 años publicando novelas y cuentos. Famoso por su enorme y valiosa producción, también editó libros de divulgación técnico-científica e histórica. Se lo asocia con Clarke y Heinlein, escritores de "ciencia ficción dura" (rigurosamente centrada en los elementos técnico-científicos).
De él recomendamos, especialmente, el segundo volúmen de sus Cuentos Completos que, a nuestro entender, reúne varios de los mejores relatos; y es una ideal puerta de entrada a su universo narrativo. Maestro del relato breve y de la intriga, sus resoluciones llegan con gracia y oportunidad, sorprendiéndonos cada vez. Su economía textual no ahorra en detalles significativos y nos deja siempre la sensación de haber leído una genial 'novela compacta'.
III
Stanislaw Lem (1921-2006) nació en Polonia y atravesó los avatares políticos de la región. Sufrió las restricciones de la censura soviética y un exilio autoimpuesto. Excluído del politécnico debido a su origen burgués, las conexiones de su padre le permitieron ingresar en medicina, carrera que no terminó aunque siguió ligado a la academia como investigador. Despreció lo primero de su producción, ajustada a las exigencias de la 'estética de la revolución'. Su obra se intensifica a partir de la "Primavera Polaca" del 56'. Polifacético y riguroso, adquiriendo matices literarios y filosóficos sin precedentes para un autor asociado al género. Produjo varios cuentos, sátiras, novelas y ensayos literarios apócrifos (que le ganaron el mote de "Borges de la ciencia ficción"). El más riguroso y generalista de los tres, produjo una obra que adelanta tecnologías que nos resultan cada día más próximas. Sus anticipaciones y reflexiones sobre la técnica son leídas aún hoy en los think-tanks y centros de desarrollo.
De Lem recomendamos "Solaris", su magnum opus. Prácticamente inconseguible durante muchos años, fue reeditada en España hace poco. El autor, mejor que ningún otro, nos permite pensar más allá de los límites de las formas de vida conocidas. Podemos decir que Solaris fue el primer extraterrestre en la literatura. De escala planetaria, este ser misterioso habita las páginas de una novela que es un precioso ejercicio de imaginación. Una obra colosal, inagotable, en apenas 300 páginas. Una vez que entremos en ella, difícilmente la olvidaremos.
Gabriel Falcone
Qui est-ce Benjamin Lacombe?
Benjamin nació en Paris en 1982. En 2001, ingresó a la Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas de Paris (ENSAD), donde recibió su formación artística. En paralelo a sus estudios, trabajó en publicidad y como animador y, ya a los 19 años, pone la firma a sus primeras historietas y algunos libros ilustrados…El proyecto final de sus estudios, "Cerise Griotte", del cual es a la vez escritor e ilustrador, se convirtió en su primer libro para jóvenes y fue publicado por éditions du Seuil jeunesse en marzo del 2006. El año siguiente, fue publicado también por Walker Books (USA) y fue designado por el prestigioso semanario Times Magazine como uno de los 10 mejores libros juveniles del año 2007 en los Estados Unidos. Desde entonces, Benjamin ha escrito e ilustrado numerosos álbumes.
Ha sido publicado, principalmente, por Albin Michel, Barefoot Books (USA), Edelvivives (España), Hemingway Korea (Corea), Milan, MaxMilo, Sarbacane, Soleil, Walker Books (USA) y, por supuesto, Seuil Jeunesse, quien ha editado la mayor parte de sus títulos. Benjamin expone su trabajo con regularidad. Sus obras han estado al cuidado de varias galerías: Ad Hoc Art (New York), L'Art de rien (París), Dorothy Circus (Roma), Maruzen (Tokio), etc... Benjamin vive y trabaja, actualmente, en París junto a su perro Virgile, que se pasea frecuentemente en sus libros...
“Mis personajes no sonríen constantemente enseñando todos los dientes, pues en mi opinión la vida es así: uno no se ríe todos los días. Los personajes pasan por momentos distintos. Es verdad que soy un poco melancólico, pero no es ni mucho menos una constante.”
Lacombe se destaca entre los ilustradores jóvenes de Europa por su estilo delicado, personal y efectivo. Envueltos por una atmósfera melancólica y sombría, enraizados en un imaginario peculiar (algo "gótico", podríamos decir sin prescindir de las comillas), los personajes de Benjamin Lacombe son reconocibles inmediatamente por su estilo. Algunas de sus obras contienen piezas de una enorme belleza, y se caracterizan por su maquetado innovador. Cada uno de sus álbumes nos entrega una pieza de un mundo que, si bien a primera vista puede resultar algo oscuro, nos cautiva al instante.
A diferencia de Peter Pan...
Joann Sfar es una de las principales figuras de la BD (la historieta francófona se llama Bande Dessinée). Se lo cuenta entre las estrellas de la renovación del cómic francés de la última década y media, junto a David B., Christophe Blain y otros guionistas-ilustradores poco conocidos en estas latitudes. Afortunadamente, la editorial Océano ha editado recientemente seis de los siete volúmenes que componen la serie “Pequeño Vampiro”.Miguel y los monstruos
Miguel es un huérfano un tanto solitario que vive con sus abuelos. Al despertarse una mañana descubre que alguien ha hecho sus deberes. Desconcertado, empieza una relación epistolar a través de su cuaderno de escuela con su futuro mejor amigo: Pequeño Vampiro. Durante la noche, Miguel y su amigo vampiro viven en un mundo plagado de monstruos, muertos vivos y fantasmas que no son tan terribles como le habían contado.
Pequeño Vampiro es una fábula sobre la amistad, sobre la infancia (a diferencia de Peter Pan, el niño vampiro tiene una personalidad madura y profunda pero por su condición no puede crecer), y, sobre todo, sobre lo distinto.
A diferencia de los adultos (con algunas excepciones), esos monstruos que supuestamente viven en el mundo de las pesadillas, a los ojos de Miguel tienen la oportunidad de ser algo más. No personas, eso sería imposible y, salvo Pequeño Vampiro, tampoco desean serlo; para Miguel son algo mucho más importante: son sus amigos.
Pequeño Vampiro y la Sociedad Protectora de Perros
"- Miguel podrías adoptarlos tú.Tres perros desamparados huyen de unos oscuros personajes. Para su suerte, y desgracia de sus perseguidores, terminan en la vieja mansión embrujada del Capitán. Miguel y Pequeño Vampiro deciden auxiliarlos con la ayuda de los monstruos.
- No, no creo que mis abuelos quieran tener tres perros.
Pero vayamos a mi casa. Podremos pensar con calma.
- ¿De verdad? ¿podemos ir todos a tu casa?
- Los tres monstruos no... Ya sé qué haremos."
Sin caer en sentimentalismos, y con una buena cantidad de enredos y humor grotesco, Sfar les cuenta a los chicos qué sienten los perros de prueba en los laboratorios de cosméticos. Un tanto triste pero encantadora, esta historia sirve para pensar con ellos el duro tema del maltrato de animales sin caer en golpes bajos o argumentos innecesariamente complejos, y con una trama entretenida y una ilustración genial.
Pequeño Vampiro y los Santacloses Verdes
“Miguel no cree en Santa Clós. Su abuelo siempre le ha dicho que es sólo un lindo cuento. Pero el Capitán de los Muertos afirma que sí existe. Pequeño Vampiro y Miguel deciden averiguar la verdad. Se sorprenderán cuando descubran, en lugar de un hombre regordete y bonachón vestido de rojo, a un gigante de 20 metros de altura!!!”
Miguel está festejando Janucá y en su casa su abuelo le ha contado, ya, que Santa Claus no existe. Sin embargo, cuando llega a la gran mansión del Capitán todos parecen pensar lo contrario. Él y Pequeño Vampiro inician una curiosa pesquisa que los llevará a un mundo a la vez maravilloso y lleno de peligro. Este volumen es una deliciosa fábula sobre la fantasía y los deseos de los niños. Con colores en acuarela y escenas sorprendentes, gráficamente es el tomo más logrado de todos. Un gusto de leer y releer.
Pequeño Vampiro y el Sueño de Tokio
“Pequeño Vampiro encuentra a Miguel entretenido con juguetes japoneses y leyendo manga. Miguel ya ha decidido que, cuando sea grande, ¡será autor de manga! Eso hace que Pequeño Vampiro se dé cuenta de que él nunca será grande y de que peligra su amistad con Miguel. Deprimido se acuesta en su ataúd, y sus sueños lo llevan a Japón...”
Miguel le presta a Pequeño Vampiro parte de su colección de mangas. Deslumbrado por la novedad, el niño de la noche sueña con un Tokio poblado por criaturas misteriosas, donde lo extraordinario es normal, y lo normal es mucho más que algo curioso. En esta entrega, Joan Sfarr se permite pensar con imágenes, por medio de una narración onírica con tonos de fábula, cierta cotidianidad de la cultura japonesa contemporánea en clave crítica. No nos olvidemos que es una genial, cómica, y hermosa narración infantil, pero que también es especialmente legible por adultos que, como uno, disfrutan de una buena dosis de humor en sus cómics y, vamos, no le tienen miedo a la categoría reduccionista y estéril de “lo infantil”. Los que sí, bueno, les recomendamos que lo lean a escondidas, vale la pena. Lo podemos envolver para regalo, si quieren.
Gabriel Falcone
30 años de la boutique. 30 años, que no es nada
Juro que no sé cómo hicimos para llegar hasta acá. Nunca pensé que con la Boutique podíamos alcanzar los treinta años de vida: la Boutique es mi relación más estable. No podría trabajar de otra cosa. Aquí tengo a la literatura, la música, la plástica y los amigos. Aquí está Sombra –la dueña secreta de la librería- recorriendo los pasillos y dejándose acariciar.Pero la Boutique ya no es mía. Después de treinta años, es algo que me trasciende. Es de los clientes y de los que trabajan acá. De los corredores de libros y la gente del bar. Y del barrio, y del croto de la cuadra, y de la gente que entra a chusmear.
Empezamos con la librería a media cuadra del local actual, en la esquina de Chacabuco y 9 de julio. En 1995 nos mudamos a Chacabuco 459. Nos hacía falta más espacio porque queríamos hacer más cosas; necesitábamos hacerlas. Con los libros llegaron los escritores. Después de los escritores, los músicos, los fotógrafos, los cineastas y los artistas plásticos. Ellos también son la Boutique. La tomaron por asalto, en un asedio silencioso pero sin pausa.
Quiero agradecer (así, en primera persona) a mi barrio y a sus vecinos. Llevamos treinta años atendiendo a abuelos, padres e hijos de una misma familia. Eso nos enorgullece. El barrio es el que sostiene a la Boutique. El barrio no se elige. Te toca.
La gente de San Isidro está lejos del estereotipo propio del porteño. Es un lugar lleno de talento. Desde la Boutique siempre le hicimos el aguante a los artistas locales. Todos aquellos que llegaron con ideas, carteles, libros de ediciones propias, Cds y arte para mostrar, lo saben.
También tenemos una deuda enorme con las editoriales que nos sostuvieron durante tiempo, en una forma de apoyo tácito pero fiel, prestándonos sus escritores. Hubo noches de presentaciones de libros que no van a borrarse de la memoria de los que estuvieron. Y maravillosos asados con escritores. De la lista de invitados -que es enorme- vamos a nombrar solo a algunos de los más entrañables: Gelman, Sabato, Maitena, Castillo, Gambaro, Fontanarrosa, Saramago, Orozco, Benedetti, Montero, Bioy, Vázquez Montalbán y Quino.
Cumplimos treinta años de Boutique y treinta años de democracia. Empezamos junto con Alfonsín. Nos gusta creer que somos hijos de nuestra época. Que representamos algo del zeitgeist de la Argentina de estos años: la pasión por el debate y la diferencia, la independencia como tarea. En estos años tratamos de que nadie nos dijera lo que teníamos que pensar ni lo que teníamos que hacer. Esto nos costó (nos va a seguir costando) muchos amigos.
Más allá de nuestras ideas, con nuestros invitados abrimos un abanico ideológico amplio. Estuvieron Osvaldo Bayer, Marcos Aguinis, Miguel Bonasso, Félix Luna, Rodolfo Anguita, Daniel Santoro, José Pablo Feinmann, Andrés Oppenheimer… y siguen las firmas. Las izquierdas, las derechas y los centros tuvieron un lugar aquí. Con los años, fuimos tomando nuestra posición. Pero nunca le regalamos este espacio a la política: hicimos política, que es otra cosa.
Nuestros libreros siempre fueron gente joven. Hay excelentes libreros jóvenes. Muchos de los que hoy están en el mundo del libro o del arte se formaron acá. Eso nos enorgullece. Detestamos esa idea romántica del viejo librero que lucha contra el sistema. Los libreros de culto siempre están por cerrar su librería, nunca pagan el alquiler y quieren encajarle Gombrowicz a todo el mundo.
La Boutique es como el jazz: un desorden rigurosamente organizado. Tenemos la creencia de los libros, que incluye a todas las religiones y a todos los ateísmos. Nunca dejamos de reírnos: de los libros, de los escritores, de las modas, de nosotros mismos. En estos treinta años aprendimos que sin risa no hay supervivencia.
Brindemos juntos por los buenos vinos compartidos. Por la pared escrachada y graffiteada, por las largas charlas, por las bellas mujeres que pasaron por esta Boutique, por las parejas que se formaron acá.
Por los años que van a venir.
La pasamos bien juntos, ¿no?
Muchas gracias.
Fernando Pérez Morales
Junio de 2013
Coetzee es una especie de pez volador
Si se nos permite una interpretación paradójica y caprichosa de una de las frases más curiosas del capítulo que abre este libro, Coetzee es una especie de pez volador. Es un escritor, un excelente escritor por cierto, pero también un pensador.En “Elizabeth Costello, ocho lecciones” -el subtítulo no está en la tapa- leemos claramente esa “doble pertenencia”. Una anciana escritora que viaja por el mundo dando lecturas y a quien vamos conociendo de a poco, de manera fragmentaria, anti-biográfica. Es que realmente no conocemos a nadie en la manera en que se nos han narrado las biografías, desde el nacimiento hasta la muerte, como en una novela. El procedimiento de Coeztee intercala escenas construidas con elementos austeros y significativos, con monólogos y diálogos que son auténticas gestas intelectuales.
Vegetariana militante, feminista sin prejuicios, madre ausente, escritora impertinente, las reflexiones de Costello no se limitan, ni mucho menos, al arte de narrar. Sutilmente, a través de ellas, va exponiendo la vida de la protagonista, sus ideas, y su profunda visión del mundo. Es imposible no tomarle cariño. Su melancólica madurez y su coraje, escandidos en estas ocho excursiones al mundo tan precariamente civilizado en el que vive, componen la verdadera novela. Entretanto, nos permitimos entusiasmarnos con su valiosa visión del mundo, y el poder de sus alocuciones. Y todo lo demás es literatura.
“Elizabeth Costello” J. M. Coetzee DeBolsillo! (2012) ISBN: 9789875668591 240 pág.
Gabriel Falcone
Levrero se “hizo a sí mismo”
Jorge Mario Varlotta Levrero fue, a la vez, Jorge Varlotta y Mario Levrero ¿Seudónimos, heterónimos? No es posible hablar en esos términos cuando se trata de la misma persona. Lo que pasó con Jorge, o Mario, o Levrero (no nos compliquemos con cuestiones espinosas como el concepto de “autor”) fue producto de su quehacer profesional.Levrero, sigamos con Levrero mejor, se “hizo a sí mismo”. Pero no en el sentido del hombre autorrealizado (el exitoso emprendedor a lo Henry Ford). Él sufrió las dificultades de “convertirse en escritor”, una vocación difícil cuando no se parte de una posición al menos relativamente cómoda. Podríamos decir que Jorge era un buscavidas. Fue librero, fotógrafo, autor de parapsicología, editor de una revista de entretenimientos (componía palabras cruzadas y juegos), publicista, y llegó a dirigir en Montevideo un taller de literatura. Entretanto, como Varlotta jugaba con los géneros populares en una especie de sátira ligera, y como Levrero escribía, desde cierta dificultad, cierta agonía e inseguridad creativa, una literatura íntima; ambos en una clave propia y distinta.
Cuando leemos sus novelas y relatos de ficción nos enfrentamos con un material que está fuera de cualquier género. Relatos de sueños, sueños legibles, terriblemente legibles. Algunos son pura atmósfera, otros un entretejido complejo de símbolos sutiles. La escritura de Levrero es una de las posibilidades de narrar una interioridad rica, y lo hace sin egolatría. En sus novelas por comodidad, esas donde todo lo que haya entre tapa y tapa se sospecha novela, desde “El Discurso Vacío” hasta la póstuma “La Novela Luminosa” el mundo del relato onírico y el registro autobiográfico superponen de manera magistral.
En su obra encontramos frecuentemente un narrador perdido en el escenario de sus sueños. Nos deja entrever la precariedad del decorado, las sombras de los entretelones, la trastienda. Nos enfrentamos con el mundo de la fantasía, los deseos crudos, la realidad del inconsciente donde lo más propio aparece tan extraño y ajeno. Los protagonistas son despojados de todas sus pertenencias, hasta de su propio ser. Y nosotros presenciamos todo eso, entre la fascinación y el terror, con la intuición de que quizás nosotros tampoco seamos dueños de nada, ni de nosotros mismos.
Gabriel Falcone
Escrito en el último año de su vida
La Hora de la Estrella de Clarice Lispector fue escrita en el último año antes de su muerte. Esta novela lleva las marcas del profundo cambio de rumbo en el proyecto de escritura de Lispector. En un giro comenzado con "Agua viva" en 1973, sus novelas se vuelven más breves y escuetas.Tengamos en cuenta, sin embargo, que Clarice fue una figura clave en la cultura brasilera de los años 60 y 70, y que la crítica fue despiadada con ella en la misma medida de su éxito. Acusada de producir novelas esquemáticas y melodramas, va profundizando una escritura cada vez más pura. Sobre todo luego del vuelco del 73', un período que ella llamará, paradójicamente, "la hora de la basura" y coronado por la novela póstuma "Un soplo de vida" (1977).
Atendiendo a las trágicas circunstancias que afectaron sus últimos años de vida, es claro cómo su narrativa se torna desencantada, aunque no oscura o ácida. Desde el accidente que quemó gran parte de su cuerpo en 1966, hasta el cáncer que cobró su vida en diciembre de 1977, vemos como sus obras se hacen más breves. El cliché de su famosa sensibilidad va desapareciendo y, a medida que incursiona en el periodismo, va desarrollando una prosa ágil, descarnada, y cruda (algunos dirán algo cínica), de una enorme eficacia y potencia.
Es en esta época que se inscribe "La hora de la estrella", su última obra publicada en vida. En ella el narrador (escribe la voz impecable de un hombre, un rol distante e impiadoso) cuenta la vida de la norestina Macabea, una empleada rasa de oficina sin más alegrías que los que ofrece una vida miserable. El fantasma de un personaje anónimo habita estas páginas, una melancolía no condescendiente lee los tenues signos delebles de una existencia que no dejará huellas en la crueldad de la cotidianeidad urbana. No nos engañemos, la brevedad aquí es una enorme virtud. Es una novela fulgurante e intensa, rica en imágenes e impresiones que difícilmente nos abandonen.
Gabriel Falcone
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